AMORES PERROS


Día domingo, me desperté un poco tarde con ganas de pasear a mi perra, Amber. Llevaba meses queriendo conocer un parque público cerca de la carretera así que decidimos ir.

Le mostré la correa a Amber, la tomo con su hocico y se dirigió a la puerta, regreso a la habitación, me tiro la correa en las piernas y nuevamente la tomo y se dirigió a la puerta. Lo hizo tantas veces cómo fuera posible, que por un momento tuve que cerrar la puerta que conectaba la sala con el patio de enfrente para que me dejará alistarme, mientras ella esperaba en el patio.

Salimos de la casa, llegamos a la orilla de la carretera, cruzamos a la izquierda y  antes de llegar a la otra cuadra encontramos a dos jóvenes, aparentemente de 18 a 21 años, estaban a la par de la veterinaria, la cuál estaba cerrada, en los pies del mas grande se encontraba un perro de raza pequeña, era colocho, peludo y de dos colores, gris y blanco, el perro se encontraba acostado, preguntamos si todo estaba bien con el perro.

El más joven no logro decir ni una sola palabra, mientras trataba de recoger un charco de sangre con un pedazo de cartón. El otro, sin levantar la mirada nos dijo que habían atropellado a su perro, tratamos de ayudar, pero me percate que el perro no se movía.

Estaba acostado, sin respirar, sin jadear, sin mostrar ni una sola señal de vida, me dí cuenta que ambos tenían los zapatos cubiertos de sangre, el perro había muerto desangrado.

Logramos conseguir agua para limpiar la sangre en la acera, mientras nos contaban la travesía del perro escapando al ver la puerta abierta, corriendo hacía la carretera y como el sujeto que lo atropello, nunca había parado para ayudarlos, se había dado a la fuga.

Al escuchar el relato, recordaba lo difícil que es abrir la puerta, tratando de que Amber no se escape y las veces en las que se ha escapado y nos ha tocado correr, visualice todo el panorama.

Me pregunte cómo era posible que no estaban sus padres ahí; me pregunte si eran más jóvenes, incluso pensé que el más pequeño era quién había dejado escapar al perro en un descuido y la sensación de culpabilidad que tenía al  ver el perro de la familia muerto.

Me imagine incluso a los padres de los muchachos trabajando, sin saber lo ocurrido, me entro un instinto maternal de decir, necesitan un adulto a la par, hablando sobre los procesos naturales de la vida y cómo los perros cumplen principalmente esa función, enseñarnos.

Todo esto lo pensaba, mientras seguía caminando con Amber, observando el pavimento, el cual tenía un rastro de gotas pequeñas de sangre, el cuál me permitió visualizar la odisea que ambos tuvieron que caminar en "crocs" cargando al perro herido y sobre todo la fúnebre marcha de regreso hacía su casa con el perro en una caja, menos mal, no nos toca hacer lo mismo con nuestros iguales.

La imagen puede contener: personas sentadas y perro

Miraba a mi perro, inconmovible, olfateándolo todo, saludando a las personas en el camino, siempre sonriente, me hubiera gustado regresar a casa en el momento que encontré la trágica escena, pero ella necesitaba ser libre.

Pensé entonces en el perro, ese que corrió hacía la libertad, divirtiendo a los que iban corriendo detrás de el; sonriendo, mientras el viento movía su pelaje, no vio el auto y pensé en el accidente de mi hermano y en todos los perros que he visto morir.

Pensé en "Pirulo" el perro callejero que llegaba por las noches a dormir a la casa de mi abuelita, incluso le habíamos hecho un nido. Murió atropellado, por cruzar la calle detrás de una perra, Pirulo tenía fama de ser ese tipo de perro, es más el dicho popular en todo el barrio era que todos los perros de la zona, eran hijos de Pirulo. Como olvidar su muerte, estaba muy distante a la casa de mi abuelita.

Luego del accidente, Pirulo corrió y llego a la mitad de la cuadra, los vecinos corrieron a contarle la noticia a mi abuela, ella corrió al lugar. Pirulo se encontraba tirado, dejo d gimiendo de dolor, por un instante escuchó la voz de mi abuela, la vio a los ojos,  ella jura que le hablo, qué le dijo, nadie lo sabe, solo ese cruce de miradas es testigo de lo que se dijeron ese día, movió la cola y murió. Todos los presentes dijeron Pirulo la estaba esperando para morir.

Los perros tienen un alma tan noble, que disfrutan el dulce abrazo de la muerte, nosotros por otra parte, seres humanos nos amargamos apegandonos al dolor. Queremos pagar la muerte, buscando sentencia para los responsables, buscamos respuestas, buscamos condenas y cadenas.

Pero es de perros siempre tener el alma abierta, despojarlo todo,  y morir así, en los brazos del amor.

P.D.  Si accidentalmente matan a alguien, no huyan. 


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