¿Cómo se sobrevive a un asalto racista en Guatemala? - PARTE UNO

Hace poco encontré la manera de nombrar al asalto que sufrí ese día, tuve miedo, lloré, me sentí impotente y por más que intente evitarlo, sus palabras aún resuenan en mí y al recordarlo me reprimo. 

Supongo es normal que lo sienta, dicen que después de vivir un suceso traumático, la paranoia no es opcional, es un hecho. Se que muchos dirán "de las experiencias se aprende" y ese ha sido siempre nuestro problema. 

Siempre hemos menospreciado la frase que nos dicen desde niños: "La boca tiene poder". Lo he sabido siempre y trato de cuidar lo que digo, no porque no sean sabias mis palabras sino porque a veces lastimo y ¨meto la pata"  como cualquier ser humano (excusas).

El escenario del asalto racista era hermoso, el mismo en donde hace unos años, ahogue mi pena y depresión. No era una calle como esas del Centro Histórico que guardan una carga profunda de persecución sobre todo cuando se encuentran en penumbra o te encuentras en amargura.

La primera vez que estuve en ese lugar, desperté temprano, salí del hotel,  la calle principal se encontraba vacía, los comercios aún cerrados y al parecer nadie había despertado, posiblemente porque el lugar en donde me encontraba, suelen decirle la calle de ¨la locura ¨ un lugar donde la fiesta, los estupefacientes o psicotrópicos no tienen hora ni limite. 

Yo estaba limpia, había viajado con unos amigos con la intensión de fotografiar Guatemala, no consumí ni siquiera una gota de alcohol y debido a mi depresión, creí que era prudente no hacerlo pues cualquiera sabe que el alcohol deprime más de lo que cura. Le perdí el miedo ese día a la calle, la tenia únicamente para mi y nada podía hacerme daño. 

El viento soplaba sutilmente, la mañana era templada, lo suficiente como para sentir la nariz helada, pero me sentía fresca. Como soy curiosa, jugué con mis manos tocando las diferentes texturas de las paredes, puertas y plantas, también observe y salte las líneas irregulares de la loza del suelo, las seguí hasta que pare frente a un angosto callejón.

Levante la mirada y al final del callejón resplandecía el color azul en tonos añil y cobalto. 
Era como una gema brillando con los rayos del Sol o quizás las plumas de un pavo real que me miraban fijamente y me llamaba. Caí ante la seducción de los movimientos lentos y el vibrante color. 

No pensé en que era un callejón oscuro y silencioso en donde podrían acorralarme, nada malo tenía el lado azul, el color me atrapo y camine sin pensarlo como un cangrejo, porque iba de lado y el piso era tan irregular que parecía estar parada en un rompeolas.
  
Al llegar al azul me encontré con el bello lago de Atitlán, bañado con los débiles rayos del Sol, que apenas despertaba detrás de la Indian Nose (como le decimos a la montaña en ingles para que suene más bonito). Un señor con sombrero estaba justo en medio del lago, parado pescando con hilo en un viejo y pequeño cayuco de madera. A la par mía dos señoras con los pies sumergidos en el agua, me sonrieron y me dieron los buenos días, lavaban su ropa y sus sonrisas iluminadas se armonizaban con el azul del lago y los bordados hermosos de sus huipiles.

La felicidad lleno mi ser, me senté junto a ellas, me preguntaron porque había madrugado tanto y al decirles que no había ninguna razón, me dijeron: "el paisaje paga el sacrificio".

Ese día regrese a la ciudad a través de una carretera que se dibujaba en los adentros de una montaña. El auto era pequeño y polarizado y después de la experiencia, no pude resistirme a sacar la cabeza por la ventana, quería admirar con mis propios ojos esa neblina que cubría la montaña, ese color verde.

Al llegar a una zona más plana, el marrón llego a mí en diferentes tonalidades, en los trozos de madera apilados, en los maizales recolectados, en la piel de los niños que me decían adiós, en la húmeda tierra, en el adobe de las casas humeantes. 

Regresamos ese día con el corazón lleno de colores, aprendimos canciones nuevas que cantamos en el camino y por eso es muy trágico para mí, que el asalto racista haya ocurrido en ese lugar.

Era importante que supieran la historia del lugar, para entender mejor el asalto. 

El trágico día


Desperté tarde, en el mismo lugar, buscamos desayuno en los comercios, pero ya solo podían servirnos el almuerzo.Caminamos por las calles del lugar, observaba el piso, ya no estaba dañado, habían reparado la calle. Observe los lugares y justo encontré un callejón igual al mio, pero no era el mio y digo mio porque a nosotros nos gusta apropiarnos de todo. 

Encontré el callejón e insistí en mostrarle el lugar mágico a mi novio, el no estaba muy seguro de querer pero al final, la curiosidad le gano. 

Al llegar al lago, observé que habían muchas personas, a la par nuestra, justo donde observé aquellas mujeres lavando ropa, ahora se encontraba una pareja y una familia indígena. 

Dos eran abuelos de un niño que aproximadamente tenia nueve años, otros dos eran sus tíos, se miraban como de treinta años y por supuesto eran los que habían bebido de más, y junto a ellos habían tres mujeres que pasaban los treinta años; entendí que eran dos padres, con sus hijos y su nieto. 

Todos se abrazaban celebrando el año nuevo y hablaban de lo importante que era saludar a los demás. Todos los que estábamos cerca nos dijimos buenas tardes y nos deseamos un feliz año nuevo.

De la nada un silbido interrumpió en medio de la escena; un tipo de cabello castaño claro y largo hasta los hombros gritaba desde la terraza de un hotel: "Vos, vos, vos, pasa una modelo" se dirigía a los jóvenes indígenas, uno de ellos no entendía si lo decía en verdad hasta que el hombre castaño insistió nuevamente y el indígena le respondió: "¿porqué te debo pasar una, sí yo las compré y son mías? Compra las tuyas mano".

El tipo castaño reía exageradamente y siguió insistiendo (Ahora el indígena se llamara Juan Valiente, porque no quiero seguirlo etiquetando por su etnia y en honor del cuento "el inventor" escrito por Luis de Lión ). Juan Valiente ofreció venderle la  cerveza al doble del preció de la tienda y el tipo castaño (al que no nombraremos por no darle protagonismo) se molestó y con furia miró a Juan Valiente.

Juan Valiente, no bajo la mirada, con el alma expuesta y con la espalda recta miro al castaño a los ojos y este le dijo: ¿Vos quién te crees indio mierda, no sabes hijo de quién soy yo?

Vi al tipo castaño salir de la puerta que estaba justo enfrente mía, grito que iba a matar a Juan Valiente y a toda su familia. Los más jóvenes de la familia sostuvieron al castaño de los brazos, no para pegarle sino para jalar su cabello y elevar su rostro para quedar ambos viendo de frente, ojos a ojos y le dijeron: Agarra la onda mano, pero el castaño les escupió la cara y justo cuando Juan Valiente estaba a punto de dar el primer golpe físico, un amigo del castaño lo rescato, se puso en su lugar y recibió un par de jalones también.

La familia se abrazaban nuevamente en la orilla de lago, pero ahora lloraban y su tormento solo iniciaba. 

El castaño había subido nuevamente a la terraza del hotel y tiraba envases de licor a la cabeza de toda la familia, la más anciana del grupo lloraba y decía "¿Porqué me hace esto? soy anciana, mire mi cabello, ¡hay un niño aquí!" pero el castaño insistía en arrojar ahora no solo botellas, sino también sillas y cualquier objeto que pasará frente a su nariz y a la clemencia de la nana respondía: "haga SHO ind1a cer0ta" ( me rehusó a escribir las palabras del castaño de forma correcta porque como les dije al inicio, esta historia me aprieta el alma y fue traumática. 

Todos se fueron, solo quedaba la familia Valiente tratando de responder con piedras a la guerra de vidrio que venia desde lo alto, ellos no podían creer lo que pasaba, los más grandes trataban de llegar al dialogo y Juan Valiente y su hermano trataban de responder con piedras pero era casi imposible llegar al techo. Quise involucrarme, quería pegarle al castaño y como lo vi poco atinado en la puntería creí poder meterme y ganar, pero mi novio me detuvo, dijo que no era nuestro problema.

Me contuve un momento y cuando el ya no me sostenía, bajo la lluvia de cristales, corrí a la nana, le tome las manos y dije: ¡Salga de aquí, el no los va a escuchar, esta drogado, no los escucha! Ella le dijo lo mismo a sus hijos y consiguió que todos desistieran y trataran de abandonar el lugar, ingresaron al callejón y el castaño los observaba desde arriba, cuando todos creían que había terminado el asalto racista, el tipo tiro un litro de cerveza y con el mismo, le partió la cara al Tata.

La historia es larga, apenas inicia, pero hasta ahora ya comprenden porque se llama asalto racista. Esto es trágico, suena como escenario de libro de Historia que cuenta la época de la conquista en pleno siglo XXI. Ese día el castaño nos quitó a todos nuestra libertad y profanó nuestro lugar, es imposible volver a mirar ese lugar, como el primer día.

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