...El tata tenía la cara ensangrentada, seguía sin entender la situación. ¿Por qué a ellos?¿Por qué en sus tierras? ¿Por qué en año nuevo? ¿Por qué nadie decía nada?
Los trabajadores del hotel, al ver la sangre salieron y auxiliaron a la familia Valiente mientras que Juan Valiente y su hermano decidían regresar nuevamente a la batalla de piedras y cristales, pero el castaño ya no se encontraba en el techo del hotel, había salido nuevamente por la puerta trasera del lugar, esta vez llevaba una tijera en mano y gritaba: ¡los voy a cortar y hacer picadillo!
Los trabajadores del hotel, eran lugareños y se comunicaban con la familia Valiente en una lengua maya. No entendí lo que decían sus palabras, pero leí sus ojos a veces gritaban enojados y le decían a la familia que se fueran y otras veces se llenaban de miedo y decían que ellos también estaban en la misma posición.
Uno de los trabajadores, perdió el miedo, tomo un bote de pintura vacío y lo uso para empujar al castaño adentro del hotel, con la mano le pedía a la familia de Juan Valiente que se fuera y con la boca le decía al castaño: Entra mano, deja de estar chingando, nosotros también ya nos cansamos de vos, colabora.
Por un momento, la escena quedo completamente vacía, no había nadie a nuestro alrededor. Mi labradora saltó al agua del lago y me regresó a esa lugar mágico que ya no podía dejar de visualizar sin sangre, sin vidrios rotos y vidas destruidas.
Decidimos que era momento de regresar al hotel en donde nos habíamos hospedado y justo cuando pasamos enfrente del hotel en donde se encontraba el castaño, notamos a mucha gente, todos habían hecho de la escena un espectáculo, miraban alrededor del portón de rejas del hotel al castaño grabando con su celular, mientras que del otro lado de la reja, la familia Valiente sacudía y le pedía al mismo que tuviera el valor de salir del lugar.
Algunos gritaban: ¡Quémenlo! y por un momento pensé que era justo, después del daño que les había ocasionado a la familia. El menor de todos, el niño de nueve años, se encontraba asustado grabando con un celular todo lo que pasaba, pero por momentos se escondía lejos de la escena, se tomaba la cabeza con las manos y cerraba los ojos como tratando de despertar de la pesadilla.
Son muchos los que creemos en las noticias de las comunidades mayas del Altiplano, en donde nos dicen que castigan este tipo de eventos, quemando al culpable. Pregunté a los demás indígenas ¿porqué nadie ayudaba a la familia Valiente? pero hubiera preferido no preguntar.
La respuesta fue "Es que ellos son de San Juan y los de aquí, no los llevamos bien, pero si fueran de aquí, ya hubiéramos agarrado al castaño". El colmo fue cuando llego la policía, tomaron únicamente la declaración del castaño y sus amigos, excusando su poca imparcialidad en el estado etílico de los sanjuaneros.
Por supuesto el castaño no dejaba de sonreír y seguía grabando y diciendo: Ustedes no saben hijo de quien soy. En una ocasión, tomo sus lentes de Sol, su mochila y trato de salir del hotel diciéndole a uno de los oficiales: Ahora vengo, voy de paseo, más tarde u otro día pongo mi denuncia en contra de esta gente.
Quede admirada, en ningún momento dudo de los insultos racistas y golpes que había dado a la familia de Juan Valiente. Para su mala suerte, los policías sabían que dejarlo salir tan campante era dejar salir la rabia y la indignación de todos los que sabíamos la historia; así que "por su seguridad" debían mantenerlo dentro del hotel.Con lo que la policía no contaba era con la voz de los trabajadores del lugar quienes habían dicho que desde varios días estaban tratando de sacarlos del lugar.
Pero la voz de todos, siguió silenciada, el asalto racista había sido realizado. Los policías habían mandado a traer un Tuc-Tuc para que el castaño y sus amigos se fueran con las manos llenas sin que nadie los acusara.
Al llegar el vehículo, el castaño abrazo a uno de los oficiales y le dijo "gracias por todo poli. Es usted muy amable, se lo agradezco mucho."
Aún no dejo de pensar en la familia de Juan Valiente, aún veo su rostro llorando y diciendo: "Prefiero gastar tres quetzales en una bala, aunque tenga que pagar miles para salir de ahí, pero no puedo dejar que esto quede así, que se lo lleven y luego lo suelten por 500 quetzales", pero ni siquiera eso, nunca se lo llevaron, no le costó al castaño ni 500 quetzales salir de ahí.
Es por eso que digo que esto fue un asalto racista, ese día yo perdí mi lugar mágico, no puedo salir a la calle sin pensar que existen personas como el castaño, que sin ninguna razón agreden a otros, los despojan de sus valores humanos y continúan como sí nada, aprendí también a identificar este tipo de personas a mi alrededor y me he dicho "la injusticia jamás me será indiferente".
A veces también pienso en la familia Valiente, iniciaron el año perdiéndolo todo y espero, que esta historia, en donde quiera que estén, no les quite las ganas de vivir, sino al contrario, los llene de motivación para no ser "El hijo de alguien" sino para SER ALGUIEN.
¿Aprendió algo el castaño? ¿Qué hacemos?
Los trabajadores del hotel, al ver la sangre salieron y auxiliaron a la familia Valiente mientras que Juan Valiente y su hermano decidían regresar nuevamente a la batalla de piedras y cristales, pero el castaño ya no se encontraba en el techo del hotel, había salido nuevamente por la puerta trasera del lugar, esta vez llevaba una tijera en mano y gritaba: ¡los voy a cortar y hacer picadillo!
Los trabajadores del hotel, eran lugareños y se comunicaban con la familia Valiente en una lengua maya. No entendí lo que decían sus palabras, pero leí sus ojos a veces gritaban enojados y le decían a la familia que se fueran y otras veces se llenaban de miedo y decían que ellos también estaban en la misma posición.
Uno de los trabajadores, perdió el miedo, tomo un bote de pintura vacío y lo uso para empujar al castaño adentro del hotel, con la mano le pedía a la familia de Juan Valiente que se fuera y con la boca le decía al castaño: Entra mano, deja de estar chingando, nosotros también ya nos cansamos de vos, colabora.
Por un momento, la escena quedo completamente vacía, no había nadie a nuestro alrededor. Mi labradora saltó al agua del lago y me regresó a esa lugar mágico que ya no podía dejar de visualizar sin sangre, sin vidrios rotos y vidas destruidas.
Decidimos que era momento de regresar al hotel en donde nos habíamos hospedado y justo cuando pasamos enfrente del hotel en donde se encontraba el castaño, notamos a mucha gente, todos habían hecho de la escena un espectáculo, miraban alrededor del portón de rejas del hotel al castaño grabando con su celular, mientras que del otro lado de la reja, la familia Valiente sacudía y le pedía al mismo que tuviera el valor de salir del lugar.
Algunos gritaban: ¡Quémenlo! y por un momento pensé que era justo, después del daño que les había ocasionado a la familia. El menor de todos, el niño de nueve años, se encontraba asustado grabando con un celular todo lo que pasaba, pero por momentos se escondía lejos de la escena, se tomaba la cabeza con las manos y cerraba los ojos como tratando de despertar de la pesadilla.
Son muchos los que creemos en las noticias de las comunidades mayas del Altiplano, en donde nos dicen que castigan este tipo de eventos, quemando al culpable. Pregunté a los demás indígenas ¿porqué nadie ayudaba a la familia Valiente? pero hubiera preferido no preguntar.
La respuesta fue "Es que ellos son de San Juan y los de aquí, no los llevamos bien, pero si fueran de aquí, ya hubiéramos agarrado al castaño". El colmo fue cuando llego la policía, tomaron únicamente la declaración del castaño y sus amigos, excusando su poca imparcialidad en el estado etílico de los sanjuaneros.
Por supuesto el castaño no dejaba de sonreír y seguía grabando y diciendo: Ustedes no saben hijo de quien soy. En una ocasión, tomo sus lentes de Sol, su mochila y trato de salir del hotel diciéndole a uno de los oficiales: Ahora vengo, voy de paseo, más tarde u otro día pongo mi denuncia en contra de esta gente.
Quede admirada, en ningún momento dudo de los insultos racistas y golpes que había dado a la familia de Juan Valiente. Para su mala suerte, los policías sabían que dejarlo salir tan campante era dejar salir la rabia y la indignación de todos los que sabíamos la historia; así que "por su seguridad" debían mantenerlo dentro del hotel.Con lo que la policía no contaba era con la voz de los trabajadores del lugar quienes habían dicho que desde varios días estaban tratando de sacarlos del lugar.
Pero la voz de todos, siguió silenciada, el asalto racista había sido realizado. Los policías habían mandado a traer un Tuc-Tuc para que el castaño y sus amigos se fueran con las manos llenas sin que nadie los acusara.
Al llegar el vehículo, el castaño abrazo a uno de los oficiales y le dijo "gracias por todo poli. Es usted muy amable, se lo agradezco mucho."
Aún no dejo de pensar en la familia de Juan Valiente, aún veo su rostro llorando y diciendo: "Prefiero gastar tres quetzales en una bala, aunque tenga que pagar miles para salir de ahí, pero no puedo dejar que esto quede así, que se lo lleven y luego lo suelten por 500 quetzales", pero ni siquiera eso, nunca se lo llevaron, no le costó al castaño ni 500 quetzales salir de ahí.
Es por eso que digo que esto fue un asalto racista, ese día yo perdí mi lugar mágico, no puedo salir a la calle sin pensar que existen personas como el castaño, que sin ninguna razón agreden a otros, los despojan de sus valores humanos y continúan como sí nada, aprendí también a identificar este tipo de personas a mi alrededor y me he dicho "la injusticia jamás me será indiferente".
Fotografía por David Toro - Día Nacional en conmemoración de (200 mil muertos y 45 mil desaparecidos) víctimas del Conflicto Armado Interno en Guatemala |
A veces también pienso en la familia Valiente, iniciaron el año perdiéndolo todo y espero, que esta historia, en donde quiera que estén, no les quite las ganas de vivir, sino al contrario, los llene de motivación para no ser "El hijo de alguien" sino para SER ALGUIEN.
¿Aprendió algo el castaño? ¿Qué hacemos?
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