Dame un espacio extraordinario


Todo estaba oscuro, no se escuchaba ningún ruido. Las calles llenas de neblina, empañaban los vidrios de las casas. Lo único que se observaba dese la calle era la incandescente luz poco visible de la habitación de Sergio. Era el único despierto, le encanta el clima frió; observaba por la ventana y jugaba a encontrar objetos escondidos por la neblina; por un momento dejo la mente volar e imaginó y percibió la sensación que estaba en un campo de guerra con bombas de gas como los de sus videojuegos.

Fingió estar afuera jugando, huyendo de terroristas o siendo uno de ellos; corría a la ventana para ver las calles llenas de neblina, hablaba por un radio imaginario y luego giraba en vuelte-gatos por la habitación, tomo la flauta de su mesa de estudio y la utilizó como arma.

Giró tanto que termino tendido en el piso, actuando el momento de muerte hecho por un disparo y se quedó profundamente dormido. Esa noche, Sergio soñó; se encontraba dando más vueltas pero a medida que giraba las paredes se iban desintegrando y le abrían paso al universo. Nunca supo que soñaba pues recordaba exactamente la misma escena antes de quedarse dormido y todo era tan real que creía seguir jugando. Sus ojos brillaron tanto con los colores y luces de las estrellas y planetas que en ningún momento sintió miedo.

Movió los dedos aparentando acariciar la galaxia entera con tan solo las yemas de los dedos, definitivamente no estaba soñando; la galaxia entera estaba ahí justo en medio de sus manos. El universo expandía su totalidad ante los ojos de Sergio, pero este era demasiado joven para saberlo.

-Es como si fuera un videojuego con miles de niveles desconocidos, expreso para sí mismo.

Por un instante olvido que todo ese tiempo estuvo dando vuelte-gatos; giro sin sentido tantas veces que comenzaba a marearse y no logró detenerse. La angustia lo envolvió sin avisarle como un tempano de hielo y la desesperación comenzó a invadirlo hasta que comenzó a llorar buscando una explicación; era un niño asustado y negaba lo que acontecía imaginando que pronto se encontraría en su habitación; podría ir a la escuela y luego a visitar a su familia con sus padres como todas las tardes, pero la noche cada vez era más eterna.

Cada vez que la oscuridad llegaba, invocaba en Sergio muchas caras que antes no había tenido que enfrentar. Una noche llegaron las preguntas sin respuestas; contemplo el vació, aún en medio de todos esos colores y patrones que esconde la galaxia , Sergio tenía la mirada perdida e inerte parecía demente; estaba resignado a quedarse así para siempre. Sintió ira, no poder cambiar su situación y era impotente. Luego llego la tristeza de perder su vieja vida sin despedirse; miedo y egoísmo al saber que su hermano heredaría sus objetos. Tenía que haber una solución y para un niño de 10 años; la muerte no era opcional, pero por momentos sentía la gota helada recorrer su espalda, contemplando subconsciente, el dulce sueño eterno.

Mientras seguía pensando en el problema escucho unas pequeñas voces; eran niños que reían y luego gritaban.

- Hey ¿estoy aquí? ¿alguien me ve? ¿me pueden ayudar?

Nadie respondió.

Levanto por fin los ojos, observando su entorno; entonces los planetas empezaron a explotar uno por uno y con cada uno de ellos un estruendo retumbaba en eco en medio de la nada. En ese momento Sergio ya estaba llorando y junto con él, las estrellas se apagaban y caían, eran ellas las que gritaban como niños al caer; la galaxia había perdido el color.

Por cada desaparición; el ruido era más insoportable; como si fuera el soundtrack de una película de terror o suspenso pero todos tendrían que taparse los oidos en ese momento.Sin ninguna esperanza, el niño tenía los ojos cerrados y tapaba sus sensibles oidos con los dedos.

Amaneció cinco veces y había ocurrido la muerte de centenares de planetas y galaxias. En la distancia se observaban aún cuatro planetas. Era la sexta noche de Chejo, cómo le decían sus amigos, tenía los ojos inflamados de tanto llorar que ya imposible abrirlos, después de todo no quería hacerlo; quería evitar ver a la última estrella morir, pues el próximo en caer, podría ser el.

Tambaleo su cuerpo en medio de la inmensa oscuridad, abrió los ojos y ya no quedaba absolutamente nada. Se preparó para el impacto en posición fetal y empuño sus manos con todas las fuerzas como si quisiera detenerse sobre su mismo peso para no caer; para no caer; se dio cuenta que aún llevaba consigo la flauta con la que jugaba esa noche.

Trato de olvidarse por un rato de los estruendos y el ruido a su alrededor, tomó la flauta y entono una dulce melodía que había aprendido en la escuela. Respiro profundamente y logro ponerse sobre sus pies, abrió los ojos y junto con ellos las estrellas fueron apareciendo con cada nota musical.

Cada estrella llegaba con un pequeño destello de color. Las más grandes no eran tan brillantes; tintineaban en colores cálidos, llenando el cielo de rojo, amarillo y naranja mientras las medianas y pequeñas eran vivaces al encenderse, s, se encendían pero también tintineaban dando un pequeño daban un pequeño salto como si esperaban que alguien las sacara a bailar, estas eran de colores fríos: azul, morado, celeste.

Sergio se sacudió las lágrimas sin despegar de sus labios el instrumento y empezó a improvisar vibrantes melodías. Había pasado poco tiempo y el cielo ya se encontraba repleto de estrellas y planetas. Sus ojos se expandían a medida de que aparecía algo nuevo en el espacio.

Empezó a notar dentro de tanta oscuridad, era único; sonreía cálidamente al contemplar cada cosa en el espacio; colores, formas, dimensiones; con cada nacimiento de algo nuevo se sentía agradecido con la vida.

Sintió armonía con todo lo que tenia a su al rededor y respetaba la complejidad. Cada planeta era dde diferente tamaño y con característicos recursos; conforme los miraba sentía que su hogar se encontraba ahí como si cada uno de ellos viviera adentro de él. Ya no vengo del mismo mundo, se dijo, la galaxia entera es mi hogar; mi familia.

- Eso que llaman espació exterior en realidad está lleno; no vació. Contiene magia.

Esa magia que Sergio descubría era energía. Acumulo tanta energía que extendió sus brazos y por un momento sintió ser una estrella brillante que descendía sutilmente como un cometa. Alrededor de su cuerpo emanaba una intensa luz de color esmeralda, que no había visto en el cielo. Un color muy bonito. Descendió sutilmente sin dejar de ver al cielo, mientras el color iba tomando su propia forma física de estrella y se iba desprendiendo de su ser.

Sin notarlo Sergio ya se encontraba en su habitación viendo a través de su ventana la densa neblina que escondía detrás de ella un universo maravilloso y su estrella esmeralda.

Había nacido la estrella de Chejo; ya no veía igual la neblina; no quería jugar jamás a la guerra. Corrió por la caja de crayones y pinto toda la noche las maravillas del espacio.

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