El chico de enfrente no deja de mirarme

En un restaurante de comida rápida, frente a mi mesa se sentó un chavo con su papá. El señor iba vestido muy humilde y el hijo como esos cantantes de trap. Para cualquiera hubiera sido un chavo atractivo pero lo engreído le mataba el físico. Por momentos trataba de buscar contacto visual conmigo, hablaba en voz alta y no paraba de moverse; me parecía desagradable.

Antes de ordenar el señor le preguntó a su hijo que deseaba comer y como un niño berrinchudo, por varios minutos el joven discutió y negoció un menú especial o agrandado. Al llegar la comida me percate que solo había un menú para el hijo. Lo cual se me hizo muy triste y a la vez  pensé que tal vez, el señor no tenía hambre.

Foto de la web.
Observé la escena como si fuera parte de una película durante mucho tiempo, pues me invadía la curiosidad; cuando el chavo comenzó a comer el papá le suplicó ayuda y de forma desilusionada le dijo "lo prometiste". El chavo comiendo se reía de lo iluso que había sido su papá y seguía viéndome; me sentí incomoda.


De forma cínica no paraba de reírse y parecía disfrutar mucho el incomodar y burlar a su papá. Yo me sentía en los zapatos del papá, el cual ya era un anciano. Veía al hijo con rabia y me daba ganas de quitarle la comida en ese mismo instante. Recordaba la cara de aflicción del papá unos minutos antes mientras discutía el precio del menú y las exigencias de su hijo al no querer el más barato. Ya me había dado cuenta que al parecer el joven era un mantenido y consentido en su hogar y hasta le había imaginado una vida  previa. 

Dos ancianos que habían tenido a su ultimo o único hijo cuando no lo esperaban y que era difícil entrar nuevamente al rol de papás y lo habían malcriado o sobre protegido tanto. No tenían mucho, su ropa me lo decía, pero aún así le daban todo a el chico. De esos padres que dejan de comer  y vestir mientras su hijo lo tenga todo. Probablemente la esposa había muerto, de viaje o enferma, tal vez los otros hijos habían emigrado o tenían sus propias familias...no lo se.

Mi mirada expresiva hizo contacto con la del patán y le mostré lo desagradable de su actitud. Sin alterarse y sin dejar de reír saco su celular y se lo dio al papá. El papá bajo la mirada y con un gesto desilusionado y la voz quebrantada y mal entonada le dijo: - ¡Jódete! Sabes que no puedo usarlo si no me ayudas.

Me di cuenta que quería ingresar a una red social y no sabía su clave y correo. Fue muy triste y tome mis cosas de forma agresiva, me cambié de mesa. El patán vio como bruscamente agarre mis cosas y me siguió con la mirada a la mesa nueva. Tomó su teléfono y riendo ingreso a la cuenta de su papá; el señor tomo nuevamente el teléfono y sonrió muy feliz.

Yo en esa mesa distante me quede comiéndome las palabras y me pregunté dos cosas: ¿Cuántos son los callados? ¿Cuántos abusan de eso a lo que le damos poder?




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