El odio es bonito

Odio odiarte tanto...

Te odio tanto pero quiero correr, saltar sobre ti y robarle un beso a tus labios, perderme entre ellos, rozar la punta de mi nariz a la tuya y quedarme pegada a ella; sentir como se agita tu húmeda respiración, observar como cierras los ojos, sonríes y luego tragas. Tragas nada y con el nada te tragas mi vida, las letras que compartimos y cada uno de esos deseos que la gente no comprende y nos ven con desagrado, deseos que invaden nuestra mente y comen nuestras horas.

Te odio más por quererte tanto y tenerte tan lejos, por no poder tener el placer aún de rozar miradas a propósito y mantenerlas firmemente como en campo de batalla. Perderme en tus ojos y con ellos ver como el corazón se transporta, se comparte, se pierde y no obedece mandato alguno. Quiero sentir tus manos desnudas acariciando mi mentón, conociendo mi rostro teniendo la certeza que es real, que tus dedos jueguen a moverse suavemente en la autopista de mi piel; que los míos dancen y jugueteen con tu rebelde cabello y que las yemas de mis dedos conversen con cada bello y hendidura de tu rostro. 

Quiero simplemente sonreír y que sonrías. Saber lo que queremos y quedarnos como uno. 

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