Agridulce muerte lenta por que muero y la gente no se ha dado cuenta.
Soy una toronja, desagradable para muchos y un deleite para aquellos que suelen conocer mi gran valor; soy una toronja que se ha caído del árbol porque nunca aspire ser el mejor fruto. Fruto de un árbol torcido, que entristecido por eso decidió soltarse de la rama que lo sostenía, fruto que no encuentra nada agradable en el barro que cubre su cascara gruesa, cascara amarga que esconde su verdadera fragancia; fruto que cree que su destino es rodar por césped mientras se depura lentamente.Soy ave que no vuela porque sus alas son muy cortas y sus plumas no le ayudan, ave que cree que nació para ser encerrada en una jaula esperando que le arrojen alimento; soy animal depredador que causa temor en las personas y que otros seres vivos le huyen a su paso; soy alma sofocada y asfixiada como una vela dentro de un vaso que extingue su fuego poco a poco y no encuentra razón para hacer brillar su energía ¿A caso es justo que un ser humano se sienta así? Los positivistas me dirían que la toronja sería abono para otras plantas, que el ave llena de alegría hasta el corazón mas endurecido con su bello canto, que el depredador puede ser líder pues siempre logra su objetivo y que la llama de una vela jamás se extingue y fue echa para alumbrar, pero se han puesto a pensar ¿Qué una persona como yo en una sociedad como esta; está dispuesta a ver eso y obligarme a creer sus fantasías? Claro que no, pero quiero decirles que mientras era toronja sonreí al sentir el césped tocando mi piel, sonreí también cuando descubrí la adrenalina y valentía al caer de esa rama y me sentí libre por primera vez; cuando fui ave enjaulada descubrí la importancia de la soledad pues con ella descubrí quien era yo y que el alimento nunca falta a quien alegra el corazón de los demás y al hacerlo alegraba mi propio corazón. El miedo invadió mi cuerpo de depredador porque a pesar de tener gran poder entendí que hasta los de caparazón grueso, dientes afilados y mirada penetrante necesitan de los pequeños y no quieren ser recordados por causar terror; como una vela me sentí objeto sin importancia, como algo común que cualquiera compra en una tienda y luego olvida, luego observe a todos gritando por la casa y vi como la gente tomaba el tiempo de buscarme dentro de los cajones en cada rincón, eso me enseñó que la decisión de ser nada o ser alguien es solo mía y que los demás prefieren verme como alguien.
Tengo una "agridulce muerte lenta" porque todos estamos en las manos de la muerte y mentiría si les dijera que mi vida fue perfecta o que mi vida ha sido un tormento; a pesar de las cosas malas que me ha tocado vivir he aprendido a valorar los pequeños detalles.
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